Ensayar
una mirada quieta sobre lo quieto, es siempre una invitación a que sea el
tiempo quien nos tome por sorpresa en el instante en que lo que corre como
savia, revolotea como mariposa o cae como rocío, es apenas un átomo de(l) universo que
nos toca como misericordia. «Aún no
se lo he dicho a mi jardín — temiendo que me retenga», dice E. Dickinson, como pudiera decir desde este
caribe cenital Damarys González Sandoval a todo aquel que se acerca a las
puertas de la floresta.
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© Confidente del paisaje
© Damarys González Sandoval
Ilustración de portada: Damarys González Sandoval
Montaje electrónico: José Javier León
Depósito Legal: ZU2025000084
ISBN: 9789801858638
Marzo, 2025
Una hilera de hormigas
Una hilera de hormigas
le hace cosquillas
al suelo.
Suben a la mesa y desaparecen,
mimetizadas con ella.
Costura en movimiento,
entrecortada por mínimas tenazas.
Avanza sin dejar huellas
la línea vibrante y rubia
bajo el sol,
recorre el pan
y se aleja,
cargando silenciosamente
las largas sombras
de las migajas.
ATENTA AL PAISAJE
La mirada recorre detenidamente el paisaje, sin ser advertida. Se alargan las sombras de las migajas que cargan las hormigas, la despintada corteza del eucalipto ilustra el paso del tiempo, el sol se introduce como una moneda en la lejana ranura del mar. La nueva hoja del limonero es, al mismo tiempo, el pequeño puñal que hiere el aire y la herida por la que sangra libremente su aroma.
El viento sacude las ramas de un árbol y convierte las hojas en un cardumen de peces; una hoja cae en la corriente, se detiene en la piedra y dibuja ondas en el agua; la fruta madura del crepúsculo desaparece dentro de la garganta de la noche. El pájaro es realmente libre cuando no sabe que alguien lo mira, cuando ignora que detrás de él revolotea mi asombro, y que entre él y mi asombro puede nacer un poema.
La naturaleza ensaya su sinfonía: cae una semilla, se oye un metálico canto, mínimos pasos recorren las hojas secas y luego se resguardan debajo de ellas, llueve, y se liberan frescos aromas en el aire enmudecido.
El paisaje despliega ante mí su belleza, me invita a mirar en él como en un espejo cualidades humanas, y también me revela aquello que ha pasado desapercibido. Me hace sentir que soy, al mismo tiempo, su espectadora, su reflejo y su confidente. Nada nos separa. Él, tímido y generoso, nos toca con la brisa, las fragancias, nos ofrece sus sonidos, sus frutos y su sombra.
Yo, respetuosa y agradecida, susurro en este libro lo que el contacto con él me produce, procuro encontrar la palabra que acaricie sin tocar, pero que brinde el calor que emite la cercanía de la mano.
Damarys González Sandoval
El viejo apamate
Delicadas figuras de papel de seda
de color rosa,
o lila,
caen del viejo apamate.
Forman un tapiz de campanitas,
pañuelos,
y cometas que no quisieron volar.
Ellas saben que en el suelo
se posará una mirada contemplativa,
y por eso exhiben
una hermosa alfombra de flores
donde otros árboles solo han dejado caer
sus hojas secas.
Damarys González Sandoval (Caracas, 1973). Poeta y artista plástica. Estudió en el Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón. Ha participado en algunas exposiciones individuales y colectivas. Su poesía figura en varias antologías colectivas nacionales e internacionales. Ha sido merecedora de algunos premios iterarios. Tiene en su haber una decena de poemarios.
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