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PRÓLOGO
Nada
es raro, lo sabemos. Pero tiene su tinte curioso encontrar miel
dentro de las piedras, o almíbar de frambuesa en el abdomen de los
escarabajos. De lejos, parece que estas palabras no favorecen a
Andrés, que lo acuso de piedra, escarabajo y cosas familia de lo
áspero. Quienes lo conocemos, quienes hemos sido correlatores de su
verbo cotidiano en la amistad, saboreamos su humor negro-petróleo
con el que se resiste a solemnizar la vida. Incluyéndose a sí mismo
como blanco de su propia sátira. Por eso, al leer “Manual
de los Desacuerdos” a uno
le asaltan maliciosas preguntas afortunadamente con un final feliz:
¿Aman los histriones? Suponiendo que amen, ¿aman en serio o en
broma? Y en la medida en que va apareciendo su poética, uno dice:
“ah, vaina, esto es serio”. Porque pocas cosas son tan serias
como el amor.
Hay
en estos monólogos una “ella” (interlocutora de la nostalgia),
la singular sustancia del fracaso. Es clásica la lucha entre la
presencia y ausencia de la amada que impone las angustias naturales
del tiempo, la nada, la muerte, es decir, la dulce desdicha de ser
poseído por el deseo. El poeta reclama “encima de sus zapatos
horrendos y amados” una aparición, y al mismo tiempo dilata todas
las soluciones. Como tiene que ser, ¿verdad, Andrés? Todo enamorado
que se precie se desnariga en el camino del placer y prolonga su
sufrimiento, blasfema dulcemente mientras espera, habla solo, se
chantajea, se autoevalúa, jura cosas que nunca cumplirá, se ríe de
sí mismo y hasta filosofa: “cuántas veces una ilusión ilumina al
mundo y sus miserias”. Cuando un hombre sencillo sobre sus zapatos
horrendos escribe algo así, los amigos debemos correr a celebrar el
amor y cantar rancheras en sus derrotas. En mi caso, que estoy lejos,
mi ranchera es este incipiente prólogo. No merece otra cosa, después
de joderme con esta pregunta:
¿Y
si renunciáramos
a
la mansión de las ausencias
dónde
vamos a vivir?
De
suicida a suicida, celebro con Andrés el amor y “la absurda
melancolía de los comienzos”.
Sol
Linares
Valera,
febrero 2019
Con fotografía de Juancho Domínguez
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