© Zulia Bicentenario. Crónicas fundamentales de la región
del Lago Maracaibo
© Yldefonso Finol
Portada: Ana Nuñez
Imagen de portada: Concepto y diseño Yldefonso Finol
Ilustración del Cacique Nigale: Leonel Muñoz
Depósito Legal: N° ZU2021000019
ISBN: 978-980-18-1654-6
Editorial Urgente
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Maracaibo, enero de 2021
los Refugiados (2009-2017). Garante por Venezuela en los Diálogos de Paz del ELN con el gobierno de Colombia (2017-2018). Ha realizado una intensa investigación en etnohistoria y descolonización. Es considerado el historiador del Pueblo Añú originario del Lago Maracaibo, del cual es descendiente y convivió directamente durante su militancia política desde la década del 70. Formó parte del Comité Organizador del Primer Encuentro Nacional Indígena de Venezuela en 1979. Como diputado estadal presidió la Comisión de Fronteras y Asuntos Indígenas, acompañando las luchas de las comunidades autóctonas del Zulia, con quienes aprendió sus formas de vida y cosmovisión. En esa gestión propuso una pionera Ley de Pueblos Indígenas del Zulia que fue bloqueada por los partidos del Pacto de Punto Fijo y el gobierno regional de turno. Miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, se involucró activamente en el debate sobre los derechos de los pueblos indígenas. En 2001 su obra El Cacique Nigale y la ocupación europea de Maracaibo, reeditada en 2007, despertó conciencia en miles de zulianos sobre sus orígenes y la épica añú, rescatando de la invisibilidad a este héroe originario. En materia de toponimia recientemente descifró el significado de Maracaibo (Tinaja del Sol), y otras locaciones del pueblo añú como Moján (Espíritu de las aguas), Zapata (Mi mar salado), Toas (Cerro de caliza) y Paraute (Ser del agua). En los últimos años ha dedicado muchos esfuerzos al estudio de la gesta y la Doctrina del Libertador Simón Bolívar. Distinguido con la Orden Cacique Nigale de los municipios Padilla (2014) y Maracaibo (2018), y Gran Cacique Nigale por el Consejo Legislativo del Zulia y Pueblo Paraute del municipio Lagunillas (2019). Por todos sus aportes a la Historia Patria, el 6 de septiembre de 2019 fue designado Cronista de Maracaibo.
Proemio
Desde hace un tiempo ha madurado en mí la convicción de que los pueblos que pierden conexión con su ancestralidad, son presas fáciles del colonialismo cultural, que es la llave para todas las formas de dominación extranjera. No puede sentir verdadero patriotismo quien no tiene de su historia más que unos aislados datos festivos. La mediocre noción de historia del promedio de la ciudadanía es un atentado contra la Independencia, y contra el derecho humano a tener Patria, el más importante en tiempos del imperialismo.
Si no hay un conocimiento fundamental de la épica nacional, no hay estima por nuestros orígenes y se debilita el sentido de pertenencia a un gentilicio heroico. Así, la Patria no es más que una marca de uso ocasional, más asociada al fanatismo por un equipo deportivo que a una telúrica querencia raigal.
La batalla crucial para seguir existiendo como República soberana ocurre en el plano de lo simbólico. Si no asumimos con urgencia la enseñanza del valor histórico de la venezolanidad, masificándolo a través de la educación y las comunicaciones, luego será tarde y lamentaremos la flojera intelectual y la falta de voluntad política para haber cumplido esta tarea vital para la Patria. Los Bicentenarios de este 2021 son una oportunidad única que no deben despacharse con un saludo a la Bandera, ni reducirse a ritos de mármoles y corbatas.
Los mitos alienantes heredados del colonialismo constituyen ideologías para la sumisión de clase, practicadas en una cotidianidad plagada de cultos a los antivalores: el individualismo, el egoísmo, el consumismo, lo extranjerizante, lo estéticamente kitsch, lo éticamente desviado. La exaltación de la ignorancia como arrogancia empoderada. La supremacía del acomodo a la opulencia mal habida.
Luchamos contra la opresión colonial como base donde se sustenta el poder imperialista, en relaciones de subordinación que eternizan el atraso científico y la dependencia. Son dos frentes que debemos combatir a la vez: la castrante herencia colonialista, subyacente en el discurso histórico y religioso dominante, y la apabullante recolonización imperialista, trajeada de globalización neoliberal, con mil tentáculos en todas las tecnologías comunicacionales y la industria ideológica del “entretenimiento”, especie de domesticación masiva de seres humanos para convertirlos en mansos devotos del mercado.
II
La segunda idea que acompaña esta reflexión, es considerar que la mayor riqueza de Venezuela no es el petróleo ni el oro ni siquiera su impresionante potencial turístico: la mayor riqueza de Venezuela es su historia.
El bolivarianismo es una doctrina vigente como proyecto esencial de la independencia nacional, el anticolonialismo, la igualdad social, el equilibrio internacional, la construcción de ciudadanía, la ética pública, y el buen gobierno.
Ningún chantaje reaccionario debe impedir que nuestra infancia y juventudes sean educadas en este pensamiento libertario venezolano de valor universal. El estudio de nuestra historia patria desde la ancestralidad nos hará fuertes de espíritu y unidos en una pertenencia-querencia colectiva capaz de emular las proezas de la generación libertadora.
III
Dicen que no se puede cambiar la historia; y pareciera una perogrullada si nos limitamos a entender la historia como los acontecimientos ya consumados en el pasado. Pero la palabra historia encierra otros posibles significados que derivan en acciones humanas conscientes si desentrañamos sus intrincadas posibilidades.
En primer lugar, la historia como ciencia que estudia los procesos en el tiempo, no tiene un solo enfoque. Como hechura humana tiene diversas lecturas. También relecturas. Reinterpretaciones. Visiones críticas dentro de la propia historiografía. Posturas antagónicas ante un mismo fenómeno. Por citar un solo ejemplo: la llegada de los europeos a nuestro continente es considerada por la historia oficial tradicional como “descubrimiento” y su asentamiento en determinados lugares como “fundación”; nuestro punto de vista es radicalmente opuesto a esa “historia”, para nosotros se trató de una invasión y un genocidio.
Un enfoque justifica la opresión, el nuestro propone la liberación. Del primero se proyecta la sumisión, del nuestro se convoca la revolución.
Algo mucho más trascendente: la concepción revolucionaria de la historia, no se limita en formar eruditos repetidores de las viejas crónicas y leyendas; nuestra tarea es el estudio intenso y profundo para comprender los procesos históricos, y a partir de esa apropiación colectiva del conocimiento, asumir el rol de transformadores de las realidades opresoras, esclavizantes y embrutecedoras.
Entonces, la historia pasada no se podrá cambiar como hecho, pero sí se puede cambiar su interpretación. No tenemos por qué aceptar los dogmas de una historiografía que pretende imponer un único relato, justificador de los imperios, la supremacía cultural eurocéntrica-patriarcal y la explotación capitalista.
¡Claro que podemos cambiar la historia! ¿Acaso no son los pueblos quienes la hacemos?
Conozcamos a fondo nuestra historia patria, para que seamos capaces de construir una nueva historia para nuestra Patria.
Yldefonso Finol
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